Por Pilar Martín
En una entrevista realizada a propósito de la publicación de su novela “La novena” (Alfaguara), advierte sobre los peligros de la diferenciación por género en literatura. La dictadura de Pinochet es otro de los temas centrales del libro. Elisabeth Gaskell, la escritora inglesa del siglo XIX, la acompaña en el camino de escribir esta novela decimonónica.
“Usar” a un hombre para volver a abordar una historia de mujeres, esto es lo que ha hecho la escritora chilena Marcela Serrano con “La novena”, una novela decimonónica en la que se rebela no sólo contra su protagonista, sino también contra los que la “culpan” de retratar siempre a mujeres.
“¡Me han molestado mucho! Siempre digo si a un escritor hombre se le preguntaría por qué siempre tiene personajes masculinos, a nadie se le ocurriría hacer esta pregunta”, reivindica Serrano en una entrevista con motivo del lanzamiento “La novena” (Alfaguara) donde, de manera “inevitable”, otra vez el Chile de la dictadura se convierte en otro personaje.
Un contexto histórico que la hace escribir “desde las tripas” y que, en esta ocasión, ha mezclado con la literatura y la manera de pensar de escritoras inglesas del siglo XIX como Elisabeth Gaskell, mujeres que a su vez “liberan” a la protagonista de “La novena”, una viuda y madre de clase social alta que decide acoger, sin pensar en las consecuencias, a un desterrado por la dictadura de Pinochet.
“Me costó bastante mantener a Amelia en el lugar que yo quería. En los primeros borradores incluso se me escapaban frases que decía Amelia y que no correspondía que las dijera”, reconoce entre risas la autora.
A través del relegado Miguel Flores se desarrolla una trama de pasiones contenidas, deseos de fugas frustrados y personas llenas de esa luz que ni los dictadores consiguen apagar.
Porque en “La novena”, Serrano parece encontrar, como reconoce, su alter ego en Sibyll, la prima inglesa de Amelia que vive su vida siendo consecuente con sus ideales, pensamientos y credos, como la Mary Barton de la primera novela de Gaskell.
Y Serrano se alegra al reconocer que ha “rescatado” la novela decimonónica porque para ella es “el molde” donde todos han “empezado a escribir”.
“Ese molde para mí es sagrado porque son mis referencias, mi educación. No es casual que yo use estas autoras -dice-, porque pensé mucho durante esta novela cuán decimonónica era yo incluso para escribir”.
Pero en “La novena” hay otra especie de puño sobre la mesa cuando Serrano afirma que con este libro ha recuperado su “pertenencia”. “Ahora en Chile se lleva una literatura de cuanta más miseria mejor y los escritores jóvenes escriben todos desde ese lugar.
Yo siempre he tenido mucha culpa por venir de una familia de clase alta y ser militante de izquierdas desde los 17 años, siempre he tenido culpa de venir de ahí. Esta es mi primera novela en la que yo me dije que quería rescatar mi pertenencia”, afirma.
En este sentido, según desvela, hasta llegar al lugar físico donde nació la idea de “La novena”, la finca donde vive en la actualidad desde que hace dos años falleciera su madre; siempre había tenido la idea de la “fuga”.
“Nada me parecía más fascinante que fugarme hasta que llegó este lugar, y ya no quiero fugarme, esta es mi tierra prometida, el lugar donde estoy”, puntualiza.
Crítica con su país, donde dice que existe una “clase dominante” que es “literalmente asquerosa”, Serrano también se muestra rotunda ante el análisis de la denominada, pero “odiosa”, literatura de mujeres, donde a ella la incluyen.
“Los hombres están muy celosos de las mujeres que escriben. Muchos de ellos están tratando de adoptar personajes femeninos y hablar a través de ellos, pero no les resulta porque se dieron cuenta de que la voz de la mujer es universal”, concluye.